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Por mucho que cuidemos nuestra piel y nos preocupemos de utilizar los mejores productos, hay ciertos días en los que la encontramos más apagada, grasa, seca o con muchas imperfecciones. En la mayoría de los casos habrás podido comprobar que estas características coinciden con la menstruación. Los síntomas y transformaciones que se producen en nuestra dermis se pueden experimentar durante todo el ciclo menstrual. Esto se debe a los cambios hormonales que sufre nuestro cuerpo durante este periodo y que causa repercusiones en distintas partes de nuestro organismo haciéndose más evidente en muchas ocasiones sobre nuestra piel.
Desde el primer día del ciclo menstrual se produce un aumento gradual de estrógenos en nuestro organismo. Este crecimiento llega a su punto álgido en la ovulación, que marca el final de esta primera fase que se denomina folicular. En la segunda parte del ciclo, denominada fase lútea, los estrógenos vuelven a subir levemente, pero vuelven a descender para dar paso a la progesterona, cuyos niveles caen al final del mes, justo antes de la siguiente menstruación, siempre que el óvulo no haya sido fecundado. De esta forma terminaría un ciclo y daría paso a uno nuevo, con su correspondiente elevación de estrógenos. Durante todo el proceso las hormonas femeninas suben y bajan, lo que se muestra exteriormente en cambios de comportamiento o en alteraciones físicas.
Los estrógenos son las hormonas sexuales, principalmente femeninas, y que se crean en los ovarios y las glándulas suprarrenales. Desempeñan su función principal durante el ciclo reproductor de las mujeres y durante el desarrollo de su sexualidad, justo antes de la pubertad. Son las responsables del crecimiento de las mamas, el ensanchamiento de caderas y la aparición de la menstruación.
Sin embargo, además de estas funciones, también están implicados en el adecuado mantenimiento e hidratación de la piel. Su papel es importante en la producción del colágeno, lo que afecta al cuidado de la vascularización de la dermis y su regeneración. Además, también son responsables de la pigmentación de la piel. Por lo tanto, el aspecto de la dermis varía según el nivel de producción de estas hormonas, pudiendo afectar también al cabello y a las uñas.
La progesterona, también conocida como hormona del embarazo, es una hormona sexual liberada en los ovarios y, posteriormente, en la placenta. Es la encargada de preparar el endometrio para la futura implantación del posible embrión y, en caso de que se produzca la fecundación, cuidar el embarazo. También prepara las glándulas mamarias para la lactancia. Como su función principal se desarrolla tras la ovulación, el cuerpo de una mujer comienza a producirla en el primer ciclo menstrual.
No obstante, esta hormona tiene otras funciones y repercusiones en el organismo de la mujer, afectando a su estado físico y emocional. Aunque sus efectos en la piel pueden ser más sutiles que en el caso de los estrógenos, lo cierto es que esta hormona impide el paso de los receptores de andrógenos en las glándulas sebáceas, es decir, influye en el proceso de acné.
Te recomendamos echar un vistazo a nuestro post de causas y tratamientos para combatir el acné, una enfermedad de la piel muy molesta que afecta a gran parte de la población. Nuestros expertos te dan las claves para tratarla y eliminarla.
Como los bloquea, estos no pueden actuar y se reduce la grasa, por lo tanto, el acné disminuye. Esta es la razón por la que en la segunda mitad del ciclo menstrual los típicos granitos que han aparecido durante la menstruación desaparecen, mientras que, en la primera parte, al descender esta hormona, son más frecuentes. Además, la progesterona suaviza la piel y ayuda a mejorar el crecimiento capilar.
También es importante destacar que esta hormona puede ser causante de la dermatitis autoinmune por progesterona, que consistiría en la aparición de urticarias, eczemas o alergias periódicas que concuerdan con los días de mayor producción de progesterona.